CATASTROFE
Catástrofe sanitaria en Argentina: escalada de muertes y abrupta caída de nacimientos.
Por Agustina Sucri
CIENCIA Y SALUD
Catástrofe sanitaria en Argentina: escalada de muertes y abrupta caída de nacimientos
Un pormenorizado
análisis de las estadísticas vitales de los
últimos cinco años y su correlato con las medidas
adoptadas para contener la pandemia de covid. Una realidad
trágica que pretende mantenerse fuera del foco de la
atención pública, con ausencia absoluta de
políticas para revertirla.
POR AGUSTINA SUCRI-LA PRENSA.
Un primer estudio
que analiza las Series de Estadísticas Vitales de los
últimos cinco años en la Argentina, publicadas por la
Dirección de Estadística e Información de Salud,
organismo que depende del Ministerio de Salud de la Nación,
denuncia la “catástrofe
sanitaria” experimentada por nuestro país, con un
aumento notable de la mortalidad general, infantil y, sobre todo
materna, y una abrupta caída de nacimientos, cuya
evolución se correspondería con las medidas de salud
adoptadas para contener la denominada pandemia de covid y,
especialmente, con el inicio de la campaña de vacunación
contra esa enfermedad. Es el primer indicio concreto de un correlato
del que se viene hablando hace tiempo y que exige ser confirmado con
una investigación más en profundidad.
El informe fue
realizado por el médico epidemiólogo Mario Borini y
comprende las estadísticas completas de 2021, primer
año de vacunación, cifras que acaban de publicarse en
forma oficial el 13 de marzo pasado, luego de más de doce meses
de terminado ese año, algo que el autor contrasta con otros
países en los que esa demora no suele superar los tres meses.
Borini ha sido uno
de los primeros médicos que se expresaron en forma
crítica sobre la declaración de la última
pandemia. En este informe advierte que respeta los nombres y
categorías oficiales, aunque aclara que eso “no significa
aceptarlos”. Por ejemplo, la propia definición del
covid-19 como una enfermedad. Para el médico, desde el momento
en que “no fue aislado” tal virus, algo que es aceptado por
el Ministerio de Salud, se llama covid-19 a lo que no pasa de ser
“un síndrome, o sea un conjunto de síntomas,
compartido por muchas enfermedades”.
El estudio analiza
las series sobre mortalidad, primero la general, luego la infantil y
más adelante la materna, para después detenerse en las
tasas de natalidad.
Al observar la
evolución de la mortalidad general, el autor hace notar
cómo las cifras oscilan levemente los tres primeros años
considerados: 7,76 (2017); 7,57 (2018) y 7,61 (2019), para luego subir
a 8,29 (2020) y 9,53 (2021). Pero, si se miran con más
detenimiento las muertes de esos dos últimos años,
discriminadas entre quienes murieron con y sin covid-19, se aprecia que
la cantidad saltó de 50.470 (2020) a 82.959 (2021). Es decir que
se registró un notable incremento interanual que supera el 64%.
Continuando con la
comparación entre 2020 y 2021, Borini destaca: “El
exceso total de 60.580 muertes se relaciona directamente con el covid
19 en una mitad, mientras que la otra mitad recibe distintos
diagnósticos algunos de los cuales deberían investigarse
en su relación directa o indirecta con la vacunación,
dada su coincidencia temporal”.
“Entre ellos
sobresalen las muertes por enfermedades del aparato circulatorio, que
provoca un tercio de las casi 30.000 muertes no registradas como
atribuidas al covid-19”, prosigue el epidemiólogo, quien
apunta que “a la asociación estadística entre
vacunación y muerte, se suma la publicación de numerosos
trabajos que muestran frecuentes efectos adversos muy graves y mortales
de distinta naturaleza luego de la inoculación”.
Borini argumenta
que para asegurar que las muertes no tienen relación causal con
la vacunación, “deberíamos empezar por tener
una clasificación cruzada de vacunados y no vacunados, con
muertos y no muertos. Pero carecemos de ella”.
Asimismo, sostiene
que dada la envergadura de las medidas tomadas con la política
pública frente a lo que llaman covid-19 (encierros, causas
penales, represión, testeos masivos, e inoculación
experimental), era indispensable estudiar las consecuencias de cada
medida, incluyendo lo que consideran vacunación
covid-19. “Si el estudio se hizo, debieron difundir sus
resultados, y si no se hizo, el gobierno cayó en una inexcusable
irresponsabilidad. Respecto del efecto de la vacunación covid
19, bastaba con diferenciar inoculados de no inoculados, para cruzar
este dato con sus eventuales consecuencias”, insiste.
En esa
línea, el médico admite que con la información
disponible no es posible una inferencia epidemiológica, pero
subraya que “es irrefutable la existencia de una fuerte
asociación estadística, que persiste aunque los datos de
2020 se anualicen para calcular las muertes esperadas en 12 meses de
ese año”.
OTRA TRAGEDIA
Según se
resalta en el informe, la tasa habitual de mortalidad infantil en la
Argentina, en una serie histórica que va más allá
de este trabajo de Borini, es tres veces superior a la de los
países centrales. “Por otra parte, en todos los
países disminuye anualmente esa tasa, de manera que Argentina,
por donde se la mire, no tiene avances para celebrar”, aclara el
epidemiólogo.
Por el contrario,
si bien la mortalidad infantil se redujo en 2021 respecto de 2020 (8,03
contra 8,45 muertes por cada mil nacidos vivos, respectivamente),
Borini hace notar que en esta gestión de gobierno había
aumentado en 2019 respecto de 2018, dato que celosamente fue
desapercibido (9,19 contra 8.82 muertes cada mil nacidos vivos,
respectivamente).
“Dado que
los nacidos vivos se redujeron en casi un 25% entre 2017 y 2021, la
baja de la mortalidad infantil debería haber sido muy superior,
teniendo en cuenta que cada nuevo niño contó con muchos
más recursos del sistema de salud a su disposición para
el control y la atención”, enfatiza, para luego
añadir: “En conclusión, la propaganda de la
reducción de mortalidad infantil es político-partidaria,
pero no concuerda con la realidad sanitaria, que en mortalidad infantil
sigue siendo una tragedia. Algo constante con regímenes
políticos de distintos signos partidarios”.
En cuanto a la
mortalidad infantil por covid-19, el informe indica que, según
el registro oficial, esta cifra no pesó en la mortalidad
infantil total. Sin embargo, Borini señala que en niños
de 0 a 14 años, hubo 74 y 121 muertes por covid en 2020 y 2021
respectivamente, lo que representa un 64% de aumento interanual, que es
el mismo porcentaje de aumento en la mortalidad atribuida al covid-19
en toda la población en esos años.
“Dado que
2021 es el año donde se inició la vacunación
covid-19 en niños, la hipótesis de su influencia en la
mortalidad es consistente con las estadísticas oficiales”,
explica el médico quien admite que, no obstante, deberían
investigarse otras causales, como ser “la reducción
de inmunidad por encierro prolongado, las restricciones de la
producción y calidad de la atención por el sistema de
salud y el aumento del campo electro-magnético ambiental, entre
otras”.
De todas maneras,
Borini evalúa que, dado que todas esas causales no son naturales
sino decisiones de gobierno, su responsabilidad es inherente a todas
ellas. “Cualquier otra causal que fuere natural o social,
como excusa ajena a la voluntad oficial, obligará al gobierno a
asumir la carga de la prueba”, reflexiona.
MUERTES MATERNAS
El trabajo del
epidemiólogo argentino pone de manifiesto que “la
mortalidad durante 2021, año de vacunación, contra 2020,
año sin vacunación, es también significativamente
más alta entre embarazadas”.
En concreto, las
muertes maternas tuvieron un aumento interanual de casi un
80%, “que es aproximadamente el mismo que se
observaría con el cálculo de las tasas, dado que el
denominador de nacidos vivos es similar en ambos años”,
aclara.
“Si bien el
aumento del 78% en las muertes maternas es extremadamente alarmante,
cuando incluso debiera estar en franca reducción, dados los
avances notables de la atención médica, la tasa revela
cuál fue, en mucho mayor grado, el aumento de mortalidad en
2021, año con vacunación, en comparación con 2017,
año sin vacunación”, enfatiza Borini, quien
añade: “El aumento de la tasa en 2021 respecto de
2017, primer año de la serie, es de un extraordinario
+158,5%”.
El especialista
comenta que la alarma es mayor si se considera que hubo una
reducción de nacidos vivos de un 25%, lo que supone igual
reducción en los embarazos. “Por lo tanto, en
condiciones ordinarias, se esperaría una importante baja de la
mortalidad materna, teniendo en cuenta que cada embarazada contó
con muchos más recursos del sistema de salud a su
disposición para el control del embarazo y la atención
del parto y postparto. Sin embargo, en 2020 la tasa aumentó con
la mortalidad atribuida al covid- 19. Lo llamativo es que en 2021, con
la vacunación, la mortalidad materna aumentó
muchísimo más”, razona.
MENOS NACIMIENTOS
El tercer
indicador sobre el que repara el informe de Borini se refiere a la
variación de la cantidad de nacidos vivos entre 2017 y 2021,
cuando esa cifra mostró una reducción del 24,9%.
“Es un
problema de tremenda importancia, aun si nos limitamos a lo que
sería una política demográfica soberana para un
país despoblado”, advierte.
La caída
del número de nacidos vivos en cuatro años, entre 2018 y
2021, es de 444.045 en relación con los nacidos vivos esperados,
si se mantenía la cifra de 2017, equivalente a 111.011 nacidos
vivos menos por año. “La baja de la tasa de
fecundidad es de 2.24 a 1.68, o sea, estamos muy por debajo de la
fecundidad de reposición poblacional”, alerta el
epidemiólogo, quien recuerda que esta tasa representa el
número promedio de nacidos vivos por mujer en edad fértil
(15 a 49 años) a lo largo de su vida y que, entonces, en
Argentina, el nivel de la tasa debe ser superior a 2.1 para asegurar la
reposición de su población.
“Es de
destacar que, a diferencia de las tasas de mortalidad analizadas, la
tasa de natalidad ha variado con una asociación menor con el
covid-19, ya que de mantenerse la fecundidad de 2019 hasta marzo de
2020 (mes del primer caso en Argentina), estaban asegurados 520.000
nacidos vivos, y nacieron 533.299”, continúa e invita a
ahondar en las causas: “Si se comprueba la caída de
fecundidad a partir de marzo 2020, habría que estudiar su
relación con el encierro, algo que parece más probable
por su contribución al pánico y a la afectación de
las relaciones de pareja”.
Borini agrega que,
como la tendencia de la natalidad y, por consiguiente, de la
fecundidad, era descendente, una conclusión más precisa
requiere mensualizar los nacimientos a fin de conocer el número
de nacidos vivos correspondientes a embarazos desde marzo 2020 en
adelante. “Así, podría deslindarse esa
tendencia, respecto de la influencia del covid-19 y de las medidas de
gobierno para enfrentarlo”, afirma, para luego
añadir: “De todas maneras, cualquiera sea la causal,
está claro que una política de gobierno declaradamente
antinatalista difícilmente habría logrado mejor resultado
en cuatro años”.
A modo de
conclusión, el médico subraya: “Creemos que
corresponde concluir que estamos ante una catástrofe sanitaria,
con un aumento notable de la mortalidad general, infantil y, sobre todo
materna, en el primer año de la vacunación. Y no se
conoce ninguna investigación ni acción oficial destinada
a conocer y cambiar este panorama tremebundo”.
En tanto, respecto
a la caída abrumadora de la natalidad, tan contraria a
principios demográficos, sociales, políticos,
económicos, e incluso humanitarios, Borini advierte que esta
otra tragedia “tampoco ha merecido una mención
oficial ni medidas superadoras, pese a su inocultable gravedad”.
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ANALISIS DE OSVALDO BUSCAYA.
a) {Borini ha sido
uno de los primeros médicos que se expresaron en forma crítica sobre la
declaración de la última pandemia. En este informe advierte que respeta
los nombres y categorías oficiales, aunque aclara que eso “no significa
aceptarlos”. Por ejemplo, la propia definición del covid-19 como una
enfermedad. Para el médico, desde el momento en que “no fue aislado”
tal virus, algo que es aceptado por el Ministerio de Salud, se llama
covid-19 a lo que no pasa de ser “un síndrome, o sea un conjunto de
síntomas, compartido por muchas enfermedades”.}
Pues,
la "aplicación" del siniestro poder mundial globalizado, utiliza el
espectro caduco de lo biológico, dónde la confusión y desconocimiento
de los "asesores científicos" y su carencia de preparación intelectual
atascados en la medicina clásica, es una excelente manipulación, para
éste padecido "juego" de confinamiento, cercenamiento de la libertad,
reglas de protección, barbijos inútiles y peligrosos
“suministrándoles”, el propio poder mundial globalizado, reglas y orden
de testeos a costo de la población (otro de los “negocios”), hisopados,
posibles vacunas, etc. Psicológicamente la “realidad” del siniestro
falso discurso del elemento denominado coronavirus está en su diseño
programado como tabú, es decir, en otro lugar de pertenencia, que
“ignoran” los “asesores científicos” de la medicina clásica, y en lo
personal, científicamente es una experiencia única por su imposición
mundial globalizada, para un análisis psicoanalítico (Freud) en la
continuidad y desarrollo de este proceso gestado por el siniestro poder
mundial globalizado, utilizando a los gobiernos con sus clases
políticas/seudocientíficas para incentivar el siniestro discurso del
elemento denominado coronavirus.
b)
{A modo de conclusión, el médico subraya: “Creemos que corresponde
concluir que estamos ante una catástrofe sanitaria, con un aumento
notable de la mortalidad general, infantil y, sobre todo materna, en el
primer año de la vacunación. Y no se conoce ninguna investigación ni
acción oficial destinada a conocer y cambiar este panorama tremebundo”.}
Pues,
la imposición del barbijo, sobre la civilización estúpida, entre otras
“peculiaridades” de la distancia social, experimentación planetaria,
destrucción económica social, etc. presenta una analogía satisfactoria
para este “extraño proceso” en el Siglo XXI, lo encontraremos en un
terreno aparentemente muy remoto, que equivale a una identidad.
Encontramos en este “extraño proceso” en el Siglo XXI el fenómeno de la
latencia, al aparecer sobre la civilización estúpida manifestaciones
incomprensibles y necesitadas de explicación, en la condición básica de
una vivencia temprana olvidada más tarde. También la civilización
estúpida presenta la característica de la compulsividad, que se impone
al psiquismo, superando el pensamiento lógico. Todos estos rasgos
análogos de la civilización estúpida en el Siglo XXI, los presenta en
el terreno de la psicopatología la génesis de la memoria humana,
fenómeno correspondiente por entero a la psicología del individuo y las
manifestaciones de sometimiento, hoy, al poder de la industria de la
Salud, desde luego sobre la masa estúpida planetaria. Pero esta
analogía no es tan sorprendente como a primera vista podría pensarse;
que, por el contrario, tiene más bien carácter axiomático, en el hecho
que el poder de la industria de la Salud al utilizar el falso discurso
del elemento denominado coronavirus, provoca traumáticamente en el
hecho vivencial, el despertar de reacciones insólitas patológicas
obedeciendo al exceso de demandas que plantea al psiquismo una
justificación “científica inmoral e indigna”.
Como
psicoanalítico ortodoxo freudiano, estoy en presencia, de aquello que
Freud advirtió y padeció con los propios integrantes de la asociación
psicoanalítica: Que el propio Jung fuese central en el condicionamiento
mediático de la época, con los ejecutores de las consecuencias y
derivaciones de la segunda guerra mundial, y Hoy, los ejecutores en el
poder de la industria de la Salud, utilizan idéntico carácter y
metodología, pero ya, extendido a todo el planeta.
Correspondería
que, quienes se adjudican representar el psicoanálisis en el orden
mundial y local, evaluar el proceso iniciado al comienzo del año 2020
en el programa del poder global del patriarcado sobre la masa
planetaria en el Siglo XXI.
Aspectos
esenciales e inéditos del Siglo XXI *La mundial analogía virósica,
**Ciencia especial cuya realización esta desplazada en el futuro
Osvaldo V. Buscaya (OBya)
Psicoanalítico (Freud)
23 de abril de 2023
Buenos Aires
Argentina